12 Jun Educar es un acto de esperanza, Argentina
Rafaela María, la Madre Pilar y las primeras Esclavas encontraron en la educación el
camino para responder a las necesidades de la realidad, en el tiempo y espacio que les tocó
vivir. Hoy nosotras, como ellas, deseamos responder a las esperanzas de la humanidad y al
sueño de Dios, convencidas de que la “educación es una nueva creación”. CG XXI
La certeza que encierra este párrafo de la CGXXI me lleva a mirar con cariño la obra que Dios va haciendo en los distintos lugares de misión donde estamos, donde el carisma Eucarístico – reparador se abre camino, donde hoy me encuentro: Santiago del Estero.
Ya hace 5 años que las hermanas llegaron a este lugar con el deseo de responder a los clamores propios de este pueblo, de su gente. Uno de ellos ha sido, desde el comienzo, la educación. En esta zona existe un alto nivel de analfabetismo. Muchos niños terminan la primaria sin saber leer y escribir debido a múltiples causas, desde el estado de los caminos, las condiciones climáticas, la no valoración de la educación por parte de las familias, etc. Esta realidad se acentuó notablemente, como en tantos lugares, con la pandemia y ha significado un desafío muy grande, que ha dado lugar al Centro Educativo Integral Complementario (C.E.I.C) Rafaela y Pilar, una iniciativa que inició el año 2022.
Se ha implementado un espacio realmente transformador, donde los/as niños/as aprenden y disfrutan, y nosotras también. Los encuentros son 4 veces por semana a contra turno de la escuela. Asisten aproximadamente 25 niños/as de 6 a 13 años, vienen de distintos parajes de la zona.
Todos los días comenzamos el espacio con un juego distinto en el que se comparte “Algo bueno que le paso en el día y algo malo” y terminamos el día con la ronda de acción de gracias, donde respiramos lento, nos tranquilizamos, repasamos el día y damos gracias por algo en especial. Son dos espacios sagrados, donde aprendemos a escucharnos unos a otros, a valorar lo que el otro trae y a agradecer. A contar lo bonito, pero también lo feo, en una sociedad donde cuesta tanto la palabra. Los niños cada vez se van soltando más y dejándonos entrar en su corazón.
Los jueves son días de cuentos, en los que además de aprender a escribir con sentido, de manera colaborativa (muchas veces los cuentos los escriben de a 2), mejorar su redacción y ortografía, desarrollar su creatividad, se convierte en un espacio agradable, un regalo, porque a través de las actividades propuestas, sin darse cuenta nos van dejando entrar en su mundo interno.
Los martes tenemos un espacio de huerta, donde asisten los niños que tienen mayor dificultad con las actividades escolares, pero que tienen gran habilidad para trabajar la tierra, cultivarla y cuidar nuestras plantas. El tiempo de cosecha es muy esperado, porque con los frutos que recogemos, cocinamos algo rico que nos ayuda a hacer que nos guste la verdura.
Puedo notar que esta experiencia del centro no sólo transforma a los/as niños/as que asisten, sino también a los docentes que colaboran con nosotros. Una realidad en esta zona es que la labor de los maestros no siempre es por vocación, sino porque para muchos, después del secundario, esta es la única posibilidad de estudio (no todos pueden que viajar 100 km para acceder a la universidad u otro tipo de estudios), por esto hay muchos maestros sin trabajo, y hay muchos vecinos que son maestros sin que les guste serlo. Así e pude ver como, a la maestra del apoyo, que era una de ellas, que se había recibido de algo que no le gustaba y que hace 5 años no conseguía trabajo, el introducirse a la pedagogía del corazón, conocer otro modo de enseñar, de vincularse con los/as niños/as, le ayudó a descubrir su propia vocación. Lo mismo de la profesora de arte, ella es artista pero nunca se había visto educando. Es un regalo detenernos a mirar a los niños/as disfrutar y a ellas hacerlo tan bien y disfrutar lo que hacen. Verlas descubrir la riqueza de la pedagogía del corazón, el impacto que tiene sobre los/as niños/as, como si enseñamos desde el corazón, con una mirada integral (no solo preocupándonos por lo estrictamente escolar) los niños aprenden, se van sintiendo más seguros, van animándose a dar su palabra, a opinar, a pensar con otros y esto impacta positivamente en su desempeño escolar.
Sofia Pombo, aci