16 Sep Una red que no se rompe
Reunión de Red Educación No-Formal, 12 de septiembre de 2024
“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Esta frase de Eduardo Galeano refleja lo que experimentamos en la Red de Educación No-Formal al compartir nuestras experiencias educativas con niños y jóvenes en los diferentes lugares donde estamos presentes.
Comenzamos la reunión con una pequeña oración y el deseo de que nos anime la esperanza en esta vida nueva que amanece cada día, entre nosotras y en nuestras comunidades educativas.
La primera experiencia de Educación No-Formal que escuchamos fue la del proyecto Tasse en Fonte da Prata, que funciona desde 2004 intentando dar respuestas a los problemas sociales de este barrio cerca de Lisboa, con muchos migrantes de países mayoritariamente de lengua portuguesa. Últimamente, el gran problema de este barrio es la falta de vivienda, lo que obliga a familias numerosas a vivir en pisos muy pequeños y en condiciones precarias.
El proyecto Tasse, insertado en la Fundación Santa Rafaela María, tiene como objetivo promover el desarrollo humano y cristiano integral de las personas más vulnerables. A través de talleres y refuerzo escolar, fomenta la autoestima de niños y jóvenes. Fue conmovedor ver, a través de un video con varios testimonios, cómo los jóvenes valoran este trabajo y reconocen sus frutos, en definitiva, cómo ha cambiado su vida. El testimonio de uno de los monitores y antiguo participante del proyecto, Adelino, nos hizo comprender cómo el trabajo de educación no-formal es una manera de cuidarnos de generación en generación, tejiendo una red continua de cuidado, como expresó en sus palabras: “Me gustaría, cuando sea mayor, que estos niños sean capaces de cuidarme”.
Después de un tiempo de reflexión y preguntas, escuchamos a Isabel Tresca, de la comunidad educativa del Colegio de Belgrano (Argentina), coordinadora del área pedagógica de innovaciones educativas, que forma parte del Centro Latinoamericano de Aprendizaje-Servicio Solidario (de Uniservitate).
Isabel nos habló de la metodología de aprendizaje-servicio como espacio de participación y reparación de brechas. A partir de un texto de una niña eslovena de 13 años, nos explicó cómo el aprendizaje-servicio se hace en red, en este tejer juntos, que nos hace posicionarnos desde un lugar donde todos aprendemos de otros y todos nos necesitamos unos a otros.
Entre todas, llegamos a una definición conjunta de solidaridad. También escuchamos a algunos jóvenes hablar de solidaridad, como este deseo de ir al encuentro del otro, de construir una humanidad más fraterna. El aprendizaje-servicio, nos recordó Isabel, se posiciona desde el lugar de la solidaridad: “determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos verdaderos responsables de todos”. (Juan Pablo II, 1987).
El deseo de poner en diálogo la Pedagogía del Corazón con el Pacto Educativo Global nos lleva a buscar caminos concretos de fraternidad, interdependencia, encuentro, transformación social. Buscamos una solidaridad más horizontal que vertical, más fraterna que asistencialista. El trabajo en red entre las comunidades educativas nos ayuda a poner en práctica esta solidaridad horizontal.
La pedagogía del aprendizaje-servicio nos lleva a educar en la solidaridad a través de la experiencia, que luego se reflexiona y se lleva a la acción. Este aprendizaje no solo impacta en el presente, sino que forma ciudadanos responsables para democracias más participativas e implicadas en la transformación social.
Y esto se puede hacer desde muy temprano con los niños, como hemos visto en la experiencia que han tenido en el Proyecto Marista de Córdoba (Argentina), en la cual los mismos niños reconocen las necesidades de otros y se implican en la transformación de su realidad. “Aprender haciendo juntos y juntas al servicio del bien común” es, en definitiva, el gran motor del aprendizaje-servicio, a través de un servicio concreto, en donde los niños son los protagonistas y los agentes de esta transformación, a partir de la cual se articulan los aprendizajes, a través de espacios de reflexión.
Terminamos muy agradecidas y convencidas del impacto social que tiene la educación, tanto a nivel comunitario como público. Sabemos que cada participante en nuestros centros educativos tiene un don para compartir con la sociedad. Nos compete, por eso, a nosotros, los educadores, ayudarlos a desarrollarlo para el bien de todos.
Después de escuchar estas experiencias, me queda el deseo de poder llevarlas a mi vida y misión, recordando una vez más a Santa Rafaela María, que nos impulsa a seguir caminando, a seguir sembrando Evangelio alrededor, seguras de que “solo una cosa no desaparece, el bien que hemos hecho”
Leonor Franco, aci
Saint-Ouen l’Aumône, Francia