10 Jun ACOMPAÑANDO EL PASO DE LOS QUE AÑORAN VOLVER A SU TIERRA/CHILE
A finales del mes de abril y principios de mayo en medio de la pandemia del coronavirus alrededor de 300 personas peruanas se movilizaron hasta el consulado peruano en Santiago en busca de ser repatriados. Familias con niños pequeños, mujeres embarazadas que tras la angustia de haber quedado sin trabajo quieren urgente volverse a su país. Algunos llevan mucho tiempo, años y otros solo meses en Chile. Estos últimos, en su mayoría se traslada un par de meses a nuestro país para trabajar en el campo como temporeros en la recolección de la fruta, eso es según la temporada del año. Reúnen un poco de dinero y luego vuelven a su país. Es así como muchos de ellos se han quedado varados en medio de la emergencia sanitaria del COVID-19.
En esos días el ambiente helado de las tardes comenzó a notarse. Algunas familias con mejor suerte se instalaron con colchonetas y pudieron extender carpas para protegerse del frío. Otros, en su mayoría sobre cartones pasaron las frías noches a la intemperie. Pese a la crisis muchas personas se acercaron diariamente a compartir con ellos las 4 comidas del día. Nosotras que tenemos nuestra comunidad solo a un par de cuadras pudimos ir todos los días por la mañana y luego por las noches para llevarles termos con agua caliente para aplacar el frío de la noche. Cerca de 70 personas venían cada día con nosotras para hacer uso de los baños y algunos días las duchas. Algunas tardes nos invitaron a participar de sus reuniones con los líderes que cada día por la noche entregaban un informe detallado de los avances logrados tras las conversaciones con el Cónsul. Por fin y después de casi 15 días hubo “humo blanco”. Tras varias gestiones y conversaciones con diferentes autoridades lograron ser trasladados a un albergue para que pudieran hacer los 14 días de cuarentena y posteriormente ser trasladados en un vuelo humanitario hasta Lima. Durante esos días pudimos acoger, contener y acompañar a través de la escucha. Más que nada ha sido estar, escucharlos en sus historias, en sus añoranzas y al mismo tiempo en lo que cada uno y cada una cuenta de sí misma. Mientras esperaban su turno para el baño y ducha nos fuimos dando tiempo para una buena conversa y compartir con todos y todas.
Hoy se repite la historia en las puertas de la Embajada de Venezuela, son 2 calles y con ambas veredas repletas de carpas de colores, colchones levantados, ropa tendida en las rejas de las casas de un barrio donde residen familias de un sector más pudiente de la gran ciudad. Muchos hombres y mujeres sentados con la mirada perdida en medio de la angustia de no tener respuesta del gobierno venezolano de un vuelo que los lleve de regreso a su patria. La mayor parte de los que se han establecido allí son familias jóvenes, mujeres embarazadas y algunas a punto de dar a su luz. Por ahora el más pequeño tiene 3 meses y la persona de más edad 90 años. Los niños corren entrando y saliendo de las carpas. Los adultos controlan el orden, otros aprovechan el tiempo compartiendo el servicio de peluquería. En medio del compartir con ellos la experiencia de Dios brota natural y espontánea. Con mucha facilidad comparten la certeza de un Dios que está con ellos y la confianza de que la espera de una respuesta de las autoridades tendrá un buen final. Y sí, es muy fácil reconocer el paso de Dios en sus vidas y como Él mismo va acompañando y sosteniendo la esperanza de un Dios que atraviesa fronteras y es autor de su actual historia de salvación. Algunos días fue muy fácil desplazarse hasta allí y pasar un rato conversando con ellos y ellas. Algún día con un grupo de señoras pudimos llevar y compartir el almuerzo con los niños y jóvenes. Sin embargo, ahora en medio de la cuarentena total la creatividad para conseguir los permisos para salir de las casas se empieza a agotar. Éstos están muy reglamentados, aun así, no falta quien del grupo tiene un salvoconducto que nos permite pasar alguna de las barreras sanitarias para llegar al lugar.
Es precioso como la gente se conmueve y se hace sensible con tanta necesidad que va quedando al descubierto en medio de esta pandemia. Una de nuestras comunidades de laicos involucrando a muchos y dentro de ellas a nuestras comunidades FACI, ha lanzado la campaña de “De la mano de Rafaela María, da calor a un hogar”. La respuesta ha sido tan generosa que hoy podremos llevar bidones con combustible que permitirá encender estufas que palearán un poco el frío crudo de este invierno que recién acaba de empezar….
Jimena Fuentes, aci