20 Jun cambio de mirada por la pandemia/japón
Son pocas las mujeres que han pasado por el centro para migrantes Kalakasan durante la pandemia. Tenían miedo de salir. Pero un día vino Imelda Flores Ishiwata a conversar y hoy quiere contar su historia.
Tiene 51 años, y está casada con Takahiro Ishiwata, de 72 años, tiene un hijo de 19 años, estudiante de contabilidad de primer año de universidad.
Imelda llegó a Japón en julio de 1997 con un visado de artista y turista para seis meses. Cuando caducó, volvió a Filipinas, un mes más tarde quiso volver al Japón, pero cuando su hermano mayor supo el tipo de trabajo que tenía en Japón la familia no se lo permitió. En su estancia en Japón tuvo muchos clientes que se convirtieron en sus amigos. Uno de ellos es Takahiro Ishiwata, quien por dos veces visitó Filipinas en 1998, y a sus padres les gustó porque es soltero, amable y sencillo, y además les ayudó a renovar la casa de su familia sin pedírselo. Al principio Imelda vacila y teme casarse con él no sólo por su diferencia de edad de 21 años, sino porque no se siente atraída por él, también cree que el amor es la clave para una vida matrimonial feliz. Con el empuje de su familia en octubre de 1999 se casaron en la Iglesia Católica de Filipinas. En 2001 su marido solicitó que se fuera con él y cuando obtuvo el visado permanente volvió al Japón y a la vida con su marido. En diciembre de 2002 dio a luz a un hijo. Como su marido tenía un buen trabajo en el gobierno, Imelda se quedó en la casa e hizo todas las tareas domésticas. Como Takahiro no tiene religión, Imelda lo convenció de que se bautizara en la iglesia Católica junto con su hijo en mayo de 2003.
Pero hay algo más… su marido la golpeó mucho, no le permite salir con sus amigos, sólo puede ir sola a la misa del domingo y quedarse para algunas actividades en la iglesia. Cuando su hijo terminó la escuela secundaria, Imelda en 2018, le pidió a su marido si podía hacer un trabajo a tiempo parcial en un restaurante de comida rápida cercano, porque quería ayudar a su familia, especialmente a su sobrino, a terminar sus estudios. Su esposo le permite trabajar y le pide disculpas porque no puede ayudar, no tiene suficiente amor por ellos y además estaba ahorrando dinero para su hijo. Para ella, así todo estaba bien, ella se siente feliz y agradecida a Dios. Pero con esta crisis pandémica (COVID19) vino Imelda asustada y con estrés de las noticias diarias en todo el mundo sobre la rápida propagación del virus. Ella siente que todas sus esperanzas y sueños se están desvaneciendo porque la vida ahora es aterradora, no sabemos si estamos seguros incluso en nuestros hogares, tenemos que tener cuidado con el virus. Imelda admite que nunca antes se había preocupado de que su marido saliera, llegara tarde o no comiera, no le preocupaba. Pero esta vez ella siente que la vida es corta, sabemos lo que pasa hoy pero nunca sabemos lo que pasará mañana y los días que vendrán. Imelda comienza a apreciar la bondad de su marido y la belleza de la vida que llevaba con él. Ella dice que es afortunada de que, ese hombre (Takahero) entrara en su vida y está agradecida a Dios por el regalo de la familia. Al terminar nuestro diálogo Imelda dijo “Esta época de crisis de pandemia me lleva a darme cuenta de que Dios me ama así que reconocí mi debilidad y estoy más cerca de mi Dios, de mi marido y de mi hijo”.
Dhay Marqueses, aci