DÍA 5

NACE EL INSTITUTO EN MADRID

El día 3 de abril de 1877, a las tres de la madrugada, se reúnen 14 jóvenes en la capilla del hospital de Andújar… salen para Madrid. Bien entrada la noche las reciben en Atocha la H. Pilar y Mª de San Ignacio -viajaron antes- y se dirigen al hospital de la Princesa. Las Hijas de la Caridad siempre ayudándolas. Con escasos enseres, en un vagón de tercera, aquel peculiar grupo realiza un viaje no exento de peripecias y malos ratos.

El día 6 de abril, por la noche, se mudan a un piso arrendado en la calle de la Bola, nº 12. Allí comienzan a vivir su vida religiosa. No llega a dos meses su estancia en dicha casa. Las condiciones de vida no son buenas y la salud peligra… pero ya en ella viven la fraternidad, oran… Por las ventanas entra el bullicio de la calle y en la capilla… Las hermanas, en adoración silenciosa, con el corazón ardiendo en amor humilde…

Nueva casa en el barrio de Chamberí, más amplia y con huerta… pero demasiado solitaria… En ella, el 8 de junio de 1877, fiesta del S. Corazón, las fundadoras emiten sus primeros votos.

Una dificultad ronda: “Poner a Cristo a la adoración de los pueblos”, “que todos lo conozcan y lo amen”, el sentido apostólico del culto a la Eucaristía, allí, no iba a cuajar…

Nuevo cambio… esta vez en el paseo del Obelisco. Ahora sí se puede “poner a Cristo a la adoración de los pueblos”. Es patente que “la Eucaristía es vida del Instituto como la raíz lo es del árbol”. Además, se abre una pequeña escuela en la planta baja de la casa.

Se acerca el fin de año, de 1879: diecisiete religiosas de votos temporales, algunas novicias, una hondura de vida comunitaria edificada en la Eucaristía, los estatutos camino de la aprobación definitiva… ¡Una acción de gracias permanente!

“…Confianza ciega en nuestro Señor, creyendo firmísimamente que nos ha de ayudar porque a ello está obligado; orar con muchísima humildad y entregarle todas nuestras necesidades y deseos. Nuestra vida debe ser toda ella un continuo tejido de fe y generosidad; bien sabe usted cuán pocos apoyos humanos tenemos para nuestro bien; parece que Dios quiere hacerlo todo en nuestra Congregación por sí y ante sí; mejor ha de salir, de seguro”. (Carta a M. María de san Ignacio, 1882)

Jesús lo miró con cariño y le dijo: —Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme“.

 (Mc 10, 21)

¿Es mi vida un tejido de fe y generosidad?

¿Tengo puesta mi confianza en Dios?

¿Busco lo que Él quiere y acepto su voluntad?

Oración a Santa Rafaela María

Rafaela escribe a la M. Mª Teresa y la anima a la confianza en Dios. Oramos con sus palabras, las hacemos nuestras.

“Padre de mis entrañas, ésta soy yo, miseria y nada, pero tú eres grandeza y omnipotencia; dámela, Padre de mis entrañas (la grandeza) para vivir en este mundo y conmigo misma sólo con las puntas de los pies; y la omnipotencia para que yo sea perfectísima imagen tuya interior y exteriormente y haga, no digo cosas comunes perfectísimas, sino hasta milagros por tu mayor honra y gloria”.

En esa misma carta, ella insiste: “Amemos a nuestro Jesús sólidamente; hagamos milagros si así lo quiere, con su divina gracia, y presentémosle nuestras imperfecciones humilde y dulcemente cada momento; y sobre todo, olvidémonos enteramente de nosotras mismas para acordarnos de nuestro Dios, ¿no es digno? Así lo pedirá para usted la que mucho la quiere. María del Sagrado Corazón de Jesús”.